La investigadora Silvia Manzo fue entrevistada por la Agencia Nacional Telam a propósito de cumplirse 30 años del día en que Juan Pablo II reconoció la injusta condena a Galileo Galilei.
Precisó que en la época de Nicolás Copérnico, Isaac Newton y Charles Dawin, entre otros, “no había una mirada de absoluta separación entre la actividad científica y la religión” y que para ellos, “ser religioso” no era visto como un obstáculo para ser científicos, ya que la ciencia era un campo que se estaba gestando.
La docente de la FaHCE y directora de proyectos radicados en el CIeFi reflexionó para Télam junto a Gabriela Irrazabal, sobre el caso emblemático de la condena a la teoría heliocéntrica por parte de la Inquisición en 1633 y los vínculos entre la institución católica y la ciencia.
“Los procesos de la Iglesia son muy lentos” sostuvo Manzo. “El reconocimiento de la Iglesia 359 años después tiene que ver con ciertos intentos de la Iglesia de mejorar su imagen y sus relaciones con el mundo científico, y con hacer una autocrítica, que solo fue parcial”, consideró la filósofa.
Vale recordar que en su discurso papal del 31 de octubre de 1992, Juan Pablo II admitía “el error de los teólogos de la época, al sostener la centralidad de la tierra”. Manzo explicó que con ese pronunciamiento, la Iglesia reconocía que Galileo “tenía derecho a reclamar que ‘para tomar decisiones o posiciones sobre temas científicos lo que dice la Biblia no debe ser tomado en cuenta'”.
Manzo, agregó que las teorías de conflicto se sostuvieron durante la época del positivismo (fines del siglo XIX principios del XX, post darwiniano) cuando hubo “un avance muy fuerte de la ciencia como autoridad y portadora de la verdad y el progreso”, una perspectiva que calificó como “muy ingenua” y “poco fértil” hacia la ciencia misma, porque manifiesta que “los valores que vienen de la ciencia, por ser científicos, son ‘siempre positivos y desinteresados’, mientras que la ciencia es una institución en la que también hay muchas desigualdades e injusticias”, remarcó.
