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11 de febrero: Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia

La fecha fue establecida en 2015 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para alentar la sensibilización sobre la brecha de género en el ámbito de la ciencia. Este año, se centra en el papel de aquéllas en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

Las investigadoras del IdIHCS que fueron distinguidas por la UNLP en la última edición de los Premios a la Labor Científica, Tecnológica y Artística reflexionan sobre las condiciones de accesibilidad que existen en la actualidad para mujeres y niñas; y los aportes que se pueden realizar desde nuestras disciplinas para estimular vocaciones.

Graciela Goldchluk, investigadora del Centro de Teoría y Crítica Literaria (CTCL), opina que “el acceso a la ciencia está muy habilitado, desde los juegos que se pueden comprar, personajes femeninos que son científicas y/o tienen superpoderes en películas de acción; incluso las villanas tienen relecturas que cuestionan el lugar asignado. Ahora, cuando las niñas ingresan en la enseñanza media (las que lo hacen) se ven sometidas a una violencia simbólica que les plantea un falso dilema entre el amor románico y el desarrollo de una vida plena (el amor requiere sacrificios). Mi parecer es que hoy la violencia simbólica hacia las mujeres no impide tanto el acceso a la ciencia como horizonte, como sí el desarrollo de la carrera. Las pibas no tienen un techo de cristal, sino un piso de barro que les dificulta mucho arrancar.”

La socióloga Mora González Canosa, investigadora del Centro de Investigaciones Socio-Históricas (CISH) señala al respecto que “las barreras que obstaculizan el acceso equitativo al ejercicio de la ciencia como profesión y a la apropiación social de sus resultados son tanto materiales como simbólicas, cuestión que se refuerza mutuamente en el caso de las mujeres, las niñas y las disidencias. Aun así, los avances de estos últimos años son enormes en términos de ampliación de derechos (el acceso a la ciencia entre ellos), sobre todo gracias a la vitalidad del movimiento feminista y LGTBIQ+.”

Sobre el aporte de nuestras disciplinas, Goldchluk sostiene que “las ciencias humanas son el lugar donde examinar y poner en duda estructuras de pensamiento. Estas tareas que realizamos de manera cotidiana, más allá de cuáles sean nuestros objetos específicos de estudio (poesía, esquema corporal, distribución demográfica, filosofía de la educación, historia medieval, lenguas, archivos) vinculan de manera específica el saber con la pasión. Estudiar Humanidades es un camino arduo que se conecta directamente con lo más íntimo de nuestra existencia. Cualquiera que esté disconforme con algo, que sienta que hay algo que falla en la Matrix, tiene lugar en Humanidades. La buena noticia es que hay una institución que hará todo lo posible por acompañar ese camino, y que es un camino de encuentro con les otres (y lxs otrxs, los otros, las otras, y como quieran decirlo). 

En este sentido, González Canosa evalúa que “las ciencias sociales y las humanidades pueden hacer -y hacen- aportes fundamentales para estimular las vocaciones científicas de mujeres, niñas y disidencias. Para ello es central su capacidad para desnaturalizar la desigualdad de género y también para cuestionar esa suerte de injusticia epistémica por la cual los aportes que las mujeres han hecho a la ciencia y al pensamiento social, suelen quedar invisibilizados”, la especialista también puso en valor las herramientas: “son claves para discutir los mecanismos que refuerzan la desigualdad de género dentro del propio sistema científico, desalentando la idea de dedicarse a la ciencia como profesión.”

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